En un mundo delirante mis pasos rotos a veces, cubiertos de sangre, suben y bajan en un laberinto y no encuentran más noble creación que escribir un poema. Proveniente de las iluminarias en una pobre ciudad, envuelto en la miseria en la ignorancia de una especie olvidada de sustancia, dejo caer de mis ojos el sabor del fracaso. Esta seca lluvia, música ligera mi caída comienza a convertirse en un ascenso. Pierdo la esperanza, los amigos, los deseos, el miedo; Mi abrigo de indiferencia. Me recuerdan palomas mensajeras invisibles y un árbol quieto me mantiene en relación con el afuera. He sido invadido. Recuerdo tener una espada. Conquisto el cielo o no sé, dudo, soy débil.
jueves, 18 de marzo de 2010
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