martes, 9 de febrero de 2010

Y si la Papisa hablara...



"He hecho una alianza con el misterio que llamo Dios. Desde entonces, en el mundo material no veo más que Su manifestación. Cuando contemplo mi propia carne, o la madera, o la piedra, descubro en ella la presencia del Creador. Cada matiz, cada tejido, cada variación de la realidad es una de Sus apariencias manifestándose en Su infinita variedad. Vivo en el mundo de la energía divina. Palpito con toda la materia. Bajo mis pies, todo el planeta se estremece: también es una manifestación Suya, sólo que más amplia. Vibro al compás del universo, con el fuego, los océanos, las tempestades, las estrellas...La energía de toda la creación viene a mí.
Sin embargo, soy un ser virgen. Nada ha entrado en mí más que el impensable Dios, no conozco la impureza.
Sólo puedo tomar contacto con vosotros en esta dimensión intacta y sagrada de vuestro ser, vuestra esencia virginal. Si venís a hablarme de pasión, de sexualidad, de emoción, no os entenderé. Estoy mucho más allá de todo eso, más allá de la angustia, e incluso de la muerte. Pues si Dios está en la materia, ésta es inmortal, y ya no tengo miedo ni deseo alguno.
Os ofrezco pues que os reunáis conmigo en lo que hay de divino en vosotros. Si os volvéis como yo, podréis entrar en mí. Vuestro sufrimiento es impuro, vuestro pasado es impuro, no vengáis a mí con lo que está poluto, salid de ese estado. Porque la impureza es una ilusión, así como la culpabilidad. ¡Aceptad el esplendor virginal de vuestro ser! Hay en todos vosotros, los seres humanos, un estado que sólo se da a Dios, que sólo puede ser poseído por Él y que está en constante relación con Él. Lo mismo sucede en todo el mundo vivo: en cada planta hay un centro intacto. En toda lengua, lo que os habla es lo que las palabras contienen de inefable.
Comprended que nada es vuestro, que no poseéis ese cuerpo, esos deseos, esas emociones, esos pensamientos. Todo eso es de Él, del desconocido eterno e infinito que os habita. Daos a Él. Recibidlo.
Soy despiadada, exijo que hagáis esta labor y que abandonéis, para uniros a mí, todo lo que no es digno de convertirse en el cáliz donde la divinidad puede alojarse. Soy como esos templos en los que se practica el exorcismo, en los que hay que descalzarse para entrar, en los que se purifica el aire con incienso, en los que se lava a los creyentes con agua bendita.
En unión con la potencia que percibo en todo, mis debilidades y mis dudas se desvanecen. Habito mi cuerpo como un lugar sagrado, puedo en cada instante darle el lugar que me corresponde. Estoy inmersa en mi obra, y nadie me desvía de ella. Nadie puede tomarme o sujetarme con sus sentimientos, sus deseos, sus proyecciones mentales. No se me distrae. Nadie puede desviarme de lo que quiero. Yo misma no quiero nada, obedezco la Voluntad Divina.
No soy indulgente, soy inflexible. No poseo ningún secreto, pues estoy vacía. Me doy a Dios, que es el único secreto."

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